Por Andres Tamayo Guarín*
En la política regional, donde la costumbre suele pesar más que la esperanza, ver nacer un movimiento ciudadano con alma, símbolos y territorio, es algo que no ocurre todos los días. Por eso vale la pena mirar con atención lo que está pasando en Risaralda con Andrés Tamayo y el colectivo que ha bautizado como “Risaralda + Grande”.
Con un discurso que no le teme a las emociones ni a los símbolos, Tamayo aparece mirando a cámara y hablando de justicia, paz, trabajo y cultura.
No como promesas de campaña, sino como convicciones profundas. Cita
el himno y el escudo del departamento no por protocolo, sino como brújula ética. Y escoge a la abeja, esa incansable trabajadora del panal, como estandarte. ¿Ingenioso? Sí. ¿Oportuno? Más aún.
Porque la política necesita más de esos símbolos que nos recuerdan que el trabajo colectivo vale más que cualquier mesianismo. Y este movimiento,
que nació́ el 5 de diciembre en Pereira frente a más de 200 personas, comenzó́ de forma distinta: escuchando.
No llegaron con eslóganes vacíos ni con la arrogancia de quienes creen saberlo todo. Fueron a cada municipio, instalaron una carpa y preguntaron:
“¿Cuál es tu sueño para Risaralda?” Así́ de simple. Así́ de poderoso.
Fueron a Pueblo Rico y se dejaron abrazar por las aves. A Guática, donde nace el alimento. A Belén, la tierra asociativa. A Mistrató́, con sus murales y
su empuje. Y a Quinchía, donde las historias aún se cuentan con la voz temblorosa de la memoria. Después, se aventuraron a una maratón de
cuatro municipios en una sola jornada: Balboa, La Celia, Apía y Santuario.
Cierre de lujo con caravana incluida en Santa Rosa, Dosquebradas, Pereira
y La Virginia. Un mensaje sin medias tintas: “Estamos aquí́. Y vinimos para quedarnos.”
Pero lo más valioso no fue el kilometraje recorrido, sino la gente encontrada: jóvenes aspirantes a los consejos municipales de Juventudes, abuelitos que aún creen en el cambio, padrinos municipales con rostro y voz, y ciudadanos que, sin más bandera que la esperanza, se están sumando a la recolección de 100.000 firmas. Porque este no es un movimiento de escritorio: es de calle, de pueblo, de comunidad.
¿Ingenuo? Tal vez. ¿Necesario? Sin duda.
En tiempos donde la política se ha convertido en marketing vacío o cálculo electoral, “Risaralda + Grande” nos recuerda que la ciudadanía todavía puede mover la aguja. Y que las abejas, por pequeñas que parezcan, pueden cambiar el paisaje si trabajan juntas.
Lo dije al comienzo: no todos los días nace algo así́. Y si esta abeja levanta vuelo con firmeza, cuidado… que podría hacer historia.
¡Risaralda + Grande!
- Andres Tamayo Guarín – Abogado – Consultor








