Por Juan Antonio Ruíz Romero
Primaron las buenas intenciones. La Cámara de Comercio de Pereira, la Sociedad de Mejoras y el Comité Intergremial convocaron a los congresistas de Risaralda para presentarles los principales proyectos regionales que, en su concepto, deberían defender en la nueva legislatura.
Luego de la ácida campaña electoral, conseguir que cinco de los seis congresistas asistieran fue un verdadero éxito. Solo faltó el senador liberal de los 134 mil votos, quien como miembro de la Comisión Tercera asistió a la Convención Bancaria en Cartagena, donde la Reforma Tributaria de Petro fue el centro de atención. (Seguramente, el alcalde Maya, como discípulo obediente, le entregará a Gallo un resumen ejecutivo de lo conversado).
Lástima que una convocatoria de tan alto nivel fuera desaprovechada por la Gobernación de Risaralda y la alcaldía de Dosquebradas. Me explico. ¿A quién se le ocurrió que para presentar las principales iniciativas del gobierno departamental era necesario enviar ocho funcionarios? Una persona, con la capacidad y la trayectoria del secretario de Planeación, debió ser el expositor. La razón es simple: los congresistas prefieren un solo interlocutor y esa vocería pálida e interminable fue un error estratégico.
En el caso de Dosquebradas, además de la ausencia del alcalde, faltó una mayor preparación. Una exposición desordenada, de memoria, sin apoyo visual. Valdría la pena que las administraciones públicas retomaran la exitosa experiencia de la Universidad, Expocamello con los jóvenes emprendedores. Vender una idea de negocio en pocos minutos es posible y un proyecto social o de infraestructura -así sea estatal-, funciona con las mismas lógicas y, si quieren respaldo, deben cautivar al público objetivo.
Y para lograrlo, también es necesario trascender la tradicional lista de mercado, con la cual los distintos actores desean pasar a la posteridad. Creo que han pasado muchos años y suficientes aprendizajes para validar los bancos de proyectos; las fases de los mismos y los estudios de viabilidad como eje de discusión. De lo contrario, volveremos a centrarnos en ideas que carecen de soporte metodológico y presupuestal, con las cuales se pierden tiempo y dinero.
Ahora bien, el flamante bloque parlamentario de Risaralda es, por lo menos, escaso y frágil. Dos congresistas veteranos: el senador Samy Merheg y el representante Diego Patiño, que tienen agendas propias y miran, un poco de reojo, un poco burlones, la impetuosa llegada de los nuevos que, como dirían los jóvenes, llegaron al Congreso “con ganas de comerse el mundo”: Juan Pablo Gallo, Alejandro García, Carolina Giraldo y Aníbal Hoyos.
Tener 6 congresistas entre 289 es bastante precario. Sobre todo, cuando la historia nos demuestra que cada quien trabaja por su lado y defiende lo suyo. Con ese panorama, el brío y la voluntad de los recién llegados serán insuficientes. Además, agreguemos que, por obvias razones, quienes ostentaban curul recibieron fuego de artillería, de distinto calibre, de los aspirantes a sucederlos. Vamos a ver qué tanto son capaces de voltear la página de los señalamientos y trabajar unidos. La verdad, lo dudo.
En conclusión, nuestro bloque parlamentario es una sumatoria de ladrillos. Tal vez con algunas gravillas nuevas y coloridas, tal vez con arcilla de provincia, tal vez con mayor horneado y consistencia, pero para construir realidades necesitamos más que buenos ladrillos.
Tengo confianza en las capacidades individuales de la mayoría de los congresistas de Risaralda, pero se me dificulta verlos al unísono, como un coro, cantando la misma canción. Quizás, lo mejor es que cada uno, a su propio ritmo y en la medida de sus capacidades, interprete la melodía. Bienvenida la polifonía.
- Esta columna de opinión es responsabilidad directa de su autor-