Por: Gustavo Adolfo Guacaneme González
En el ejercicio diario de la medicina es muy frecuente encontrar un gran número de pacientes con enfermedades crónicas degenerativas de difícil manejo y que adicionalmente ya han sido manejados por diferentes profesionales de la salud e incluso hasta por personas empíricas con tratamientos folclóricos e incluso sin ningún tipo de base científica.
El caso es que en ese largo camino de la búsqueda de una cura para la enfermedad o al menos un tratamiento que proporcione una mejoría importante sin tantos efectos secundarios, son muchas las situaciones que se presentan entre el médico, el paciente y sus familiares.
Definitivamente cuando un paciente llega a una consulta médica además de la capacidad e idoneidad profesional que se pueda tener para manejar cada caso en particular, es muy importante que existan unos canales de comunicación muy amplios con el paciente y con su familia pues de ello dependerá que se pueda realizar un tratamiento en forma disciplinada y acertada.
Es aquí donde debemos ser muy claros tanto con el paciente como con su familia pues en muchos casos por no explicar bien el tipo de enfermedad que posee, el tiempo de evolución, los tratamientos realizados y el pronóstico futuro de la enfermedad, se crean unas expectativas que no son reales para cada caso en particular.
Y es así como existen enfermedades que llevan un tiempo considerable de evolución y se quiere por parte del paciente o de su familia, que los resultados y la respuesta a determinados tipos de terapias se muestren de la forma más rápida e inmediata posible o sino en caso contrario se considera que el tratamiento no está sirviendo como ellos creían y por tanto deciden abandonarlo o hacerlo a su manera y todo por no haber sido claros y explícitos desde un principio del tratamiento.
La paciencia es una virtud que debe ser aplicable no solo para el médico sino también para el paciente y de ello dependerá una respuesta positiva o negativa en el manejo de cualquier enfermedad.
La impaciencia no genera sino mal genio,angustia, ansiedad, depresión, malos resultados clínicos y por ende abandono de los tratamientos contribuyendo así a incrementar la cronicidad de cualquier proceso patológico o enfermedad con el consecuente aumento de los costos y por ende mayor polimedicación, lo cual en nada va a beneficiar a nuestro paciente.
Adicionalmente se debe crear una confianza o empatía de lado y lado ya que es un factor primordial para obtener buenos resultados.
Algo muy importante es que en muchas ocasiones ya sea por parte del paciente, de su familia o de allegados al mismo se termina recomendando el consumo de otros medicamentos o realizando otro tipo de prácticas, ya que es muy dado la automedicación externa por parte de amigos, vecinos o parientes y aunque parezca increíble se le hace más caso a ellos que a la misma medicación hecha por el médico tratante, estamos en una sociedad en donde todo el mundo se cree con derecho a formular a medio mundo.
Todo esto como es lógico se va acompañar de posibles complicaciones o efectos secundarios que interactúan con el tratamiento inicialmente ordenado y lo más triste es que el paciente sabiendo el error que ha cometido y al presentar dichos efectos secundarios, se atreve a decir que la medicación o el tipo de terapias que se han escogido para su tratamiento no le están sirviendo como él esperaba.
Por último no debemos olvidar que para controlar todo ese mar de impaciencia que aqueja a muchos de nuestros pacientes afligidos por cualquier enfermedad, será necesario aplicar las cuatro clases de fe: fe en esa fuerza superior como la quiera llamar, fe en el medico, fe en el tratamiento y ante todo y lo más importante fe en usted mismo.