Por Lina Arango*
“Tenemos que incluir el 30 % de mujeres en nuestra lista al concejo, pero no podemos incluir a *María porque puede sacar más votos que mi candidata”. Este es el tipo de discusiones que se dan en el interior de los partidos políticos al momento de definir los avales y candidatos a una elección local, regional o nacional. Pasa en los partidos tradicionales y pasa en los sectores alternativos. María, a pesar de tener todas las competencias y hoja de vida para participar en la contienda electoral y coincidir programáticamente con los postulados del partido, es excluida de la lista abierta por un cálculo mezquino electoral del líder político.
Con el argumento de promover más mujeres electas, cursa en el congreso el proyecto de Ley que promueve las listas cerradas. Sin embargo en la práctica ese objetivo no es tan cierto, no sólo porque ante la debilidad de la democracia interna de los partidos, las listas cerradas permiten que lleguen al poder mujeres cuyo único mérito es ser cercanas al político que define las listas, sino porque se desincentiva la participación de los liderazgos que no son de la línea del congresista de turno.
Existe además un factor que lejos de ser una ventaja para avanzar, es un obstáculo inesperado que desmotiva: “El síndrome de abeja reina”. Este término utilizado desde los años 70 para describir a aquellas mujeres con poder que teniendo la posibilidad de apoyar y promover mujeres con capacidad de liderazgo en espacios privados, sociales o políticos, hacen todo lo contrario.
¿Cómo se identifican en el ámbito político local o regional? En primer lugar, siempre están en los círculos de toma de decisión. Pueden ser parte de un directorio de un partido, dirigentes gremiales, familiares de un político tradicional o funcionarias que se han mantenido a lo largo de su vida en cargos públicos. Tradicionalmente estas mujeres se identificaban con agendas no feministas; sin embargo, las abejas reinas también se encuentran en sectores que dicen promover o defender los derechos y participación femenina, como los partidos alternativos y academia, mientras descalifican y cancelan a quienes no hacen parte de sus comités de turiferarios.
Para las primeras, hablar de equidad de género es irrelevante y no tienen ningún interés en documentarse sobre el tema. Nunca las verá liderando sobre derechos sexuales y reproductivos, equidad salarial, economía del cuidado, violencia intrafamiliar, trata de personas etc. Por el contrario, el silencio o la oposición a los temas serán evidentes. Las segundas, con agenda feminista, siempre encontrarán la excusa perfecta para demeritar y descalificar el trabajo de mujeres cuando no comparten sus lineamientos políticos.
45 años han pasado desde la primera vez que se usó el término síndrome de abeja reina. Es hora de avanzar, que la competencia se de en el marco de las listas abiertas y no del bolígrafo del político de turno, y ¡que la abeja reina pase a ser mentora!
- Lina María Arango Dávila
Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales
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