Por: Osvaldo Parra
Director Editorial
Son 21 jovencitas de diferentes regiones del país, entre ellas cinco de la Liga Risaraldense de Fútbol, que no superan los 17 años de edad, las que hoy se configuran como las heroínas de nuestro fútbol colombiano.
Son unas niñas, que un día, silenciosas y sin el ruido de la prensa partieron con sus valijas llenas de guayos y de ilusiones a participar en el Mundial Sub-17 de Fútbol, que se disputa en la India, quienes poco a poco con su entrega, su coraje, su sencillez, su humildad y su habilidad en la cancha de juego, hoy se encuentran en lo más alto del fútbol mundial femenino, al pasar a la final del certamen en su categoría.
Aun retumban en mis oídos las odiosas, quizás razonables, pero al fin de cuentas odiosas declaraciones del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Ramón Jesurún, quien dijo en una transmisión que estas chicas “no tendrán ningún premio por dicha participación, ni siquiera si llegan a ser campeonas”, declaraciones que fueron enderezadas en un reciente comunicado de prensa de la entidad, donde manifiestan que les van a hacer “un reconocimiento a las jugadoras”. Ojalá sea un reconocimiento económico y no una medallita y palmadita en la espalda para sacar pecho ante el país.
Un presidente debe ser para todo el fútbol y no para unos pocos, máxime cuando es una entidad que maneja un oneroso y millonario capital, buena parte dilapidado en viajes, viáticos y burocracia, y otra parte para la Selección Colombia, la de mayores, la de los hombres, la de los costosos premios, la de los figurines que ganan millones de dólares en sus equipos en Europa, pero que son una vergüenza hablando de clasificaciones y participaciones en los mundiales.
Hoy estás “jugadoras amateurs”, que son más profesionales que cualquier “profesional”, les han dado una cachetada a esos dirigentes del fútbol colombiano, a esos que se han opuesto a un serio campeonato femenino en el país, a esos que minimizan el esfuerzo de las mujeres por sobresalir y sacar adelante una modalidad deportiva que en Colombia pareciera estar destinada sólo para los hombres.
Duro golpe para esos dirigentes de a peso que tiene Colombia, quienes hoy están en la diplomática obligación de agachar su cabeza ante las reinas del fútbol nacional y mundial, y repensar el futuro de la liga femenina en nuestro país, un proceso que ha estado marcado en los últimos años por falta de salarios, actos discriminatorios, desigualdades y hasta denuncias de acoso hacia las chicas, y que contrario a los flamantes profesionales, nos han entregado copas Libertadores, Suramericanos y ahora una final mundial.
No sé si el próximo domingo nuestras chicas de la Selección Colombia vayan a ser las campeonas del mundo, ojalá, quiera Dios que así sea para que le den por fin una alegría a nuestra sufrida Colombia, pero lo que si tengo claro, es que para mí, estas muchachas ya son unas campeonas y merecen todo el reconocimiento y la atención del país.