Mintieron

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Por Lina Arango

“No puedo describir de otra manera la relación que están teniendo algunos congresistas del sector alternativo: canibalismo”, escribió la congresista Katherine Miranda en su cuenta Twitter. No dudé en responder: “De la manera como se hace campaña de esa misma manera se legisla. Muchos alternativos se hicieron elegir con mentiras, promesas incumplibles, pasando por encima de colegas, quemando personas honestas con desinformación, discursos agresivos e irresponsables para captar votos. Sorprenderse por el estilo de traiciones, mentiras y “codazos” que están siendo evidentes en esta legislatura es ingenuo”.

Hoy en medio de la escasa capacidad de autocrítica, ciudadanos que por años se quejaron de los privilegios del congreso y las mentiras en campañas, defienden a los políticos alternativos de una manera irracional.

Llegaron a replicar lo que tanto criticaron. Era obvio. Fue una campaña al congreso sucia, desgastante, agresiva. Usaron cargos públicos y contratación estatal para captar equipos regionales y jóvenes ilusionados con las mentiras que decían. Prometieron acabar el ESMAD, bajarse los salarios, grabar a las iglesias, acabar con la “politiquería” en las regiones, promover la meritocracia y acabar el clientelismo. Nos mintieron.

Quienes prometieron acabar con el ESMAD, no solo usaron la indignación y rabia durante el estallido social en beneficio propio, sino que de manera irresponsable generaron expectativas que con un mínimo de conocimiento de la institución, era obvio que no sería viable. Decir esta verdad ( “El ESMAD no lo pueden acabar. Si mucho le harán reformas y le cambiarán el nombre) me generó una oposición radical e injusta.

Prometieron gravar con impuestos a las iglesias en la reforma tributaria, tema que brilla por su ausencia y silencio entre los congresistas electos de la lista cerrada del Pacto Histórico. Pecaron por ingenuos, quienes esperaban este tema. Ni Petro lo prometió en campaña, ni sus alianzas con el sector cristiano lo permitirán.

Prometieron bajarse los salarios. Hoy con excusas leguleyas, económicas y “estratégicas”, el fanatismo alternativo se ve defendiendo a quienes de frente mintieron con esta iniciativa. “Eso es un tema menor”, dicen los ciudadanos que otrora se indignaban. El nuevo “si tiene pruebas denuncie” del fanatismo uribista pasó a ser, “por el bien del país hay que aceptar algunos temas”. Y así van aumentando el tamaño de los sapos, mientras van moviendo su línea ética.

Los congresistas que justifican la inviabilidad o inconveniencia de bajarse el salario hoy se quejan del bulling digital. Olvidaron que fue preciso ese estilo el que usaron en campaña para quemar candidatos. Caso de triste recordación será el de la senadora Isabel Zuleta.

Finalmente prometieron acabar con la corrupción y politiquería, relacionando sólo al uribismo con dichas prácticas. “Vamos a acabar con el uribismo”, decían, como si las malas prácticas clientelistas y las redes de corrupción no se vieran representadas en tantos aliados locales y representantes de partidos tradicionales que hoy hacen parte del gran Acuerdo Nacional y que poco lideran iniciativas anticorrupción.

Es indudable y muy positivo que nuevos sectores y regiones históricamente ignorados son visibles en este gobierno. Sin embargo la ilusión y esperanza del pueblo frente a un gobierno de izquierda y el simbolismo de esa representación no debe ser la justificación para la escasa capacidad de autocrítica y control social frente a las malas prácticas políticas de los congresistas alternativos.

PD/ Ser autocríticos no es desear que al gobierno o los congresistas alternativos les vaya mal. Lo bueno se celebra y lo malo se alerta. No dudaré en escribir sobre las buenas propuestas que muchos están liderando.

Esta columna de opinión es responsabilidad directa de su autor

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