Por:Juan Antonio Ruíz Romero
Hace tres meses, en la antesala de la posesión del nuevo presidente, la revista Cambio publicó un completo informe sobre la penetración de los carteles mexicanos de la droga en el Valle del Cauca.
En el afán por conocer los nombres de los nuevos ministros; la lista de mandatarios que llegarían al traspaso de mando y sobre todo, por aquello de las verdades incómodas, el documento periodístico pasó menos que inadvertido.
Y eso que resumía el nuevo drama social y económico surgido en nuestro vecindario: “Tal como lo vivieron a finales del siglo pasado, durante al apogeo de los Rodríguez Orejuela, los caleños sienten ahora la amenaza latente de los carteles mexicanos, que se han adueñado no solo de los cultivos y los laboratorios de coca, sino que se han ido tomando la ciudad imponiendo una nueva cultura traqueta. En los últimos 18 meses, han sido capturados en Colombia 23 mexicanos.”
Y como seguimos con la idea, desde nuestras autoridades para abajo, de que el eje cafetero es un remanso de paz, pensamos que todos los que llegan a nuestros lares son turistas o potenciales inversionistas y que, por el encanto propio del territorio estamos blindados, y esos delitos que preocupan en el Valle: homicidios, producción y tráfico de drogas; lavado de activos, tráfico ilegal de armas, proxenetismo se quedan allá, al otro lado del río La Vieja.
Además -con cierta ingenuidad- pensamos que la dinámica de la construcción y la disparada de precios del metro cuadrado, en especial en el corredor Pereira-Cartago, con condominios, edificios de apartamentos, restaurantes, hoteles, locales comerciales, consultorios, bodegas y centros de almacenamiento, son solo por la llegada masiva de médicos y especialistas de la salud y de pensionados que cambiaron la congestión, la inseguridad y el ruido de las grandes ciudades, por el clima, la calidad de vida y los precios razonablemente más cómodos de nuestro terruño.
Pero la realidad y los hechos muestran datos para tener en cuenta.
-Crímenes sin resolver de personas torturadas y muertas con el mismo modus operandi de los carteles mexicanos.
-Transformación del negocio de drogas de uso ilícito. La pandemia potenció el uso de aplicaciones celulares para pedir las dosis y transferir el dinero y la entrega es a domicilio y, en ocasiones, usando a menores de edad, según denunció la Personería de Pereira.
-Incremento de los decomisos de sustancias adictivas en la región: marihuana cripy; clorhidrato de cocaína, tucibi y otras drogas sintéticas.
Incluso, la presencia en Pereira de una banda dedicada al robo de relojes Rolex, demuestra la mutación de las formas delictivas y la segmentación de un mercado con nicho propio.
A pesar de los rumores, nadie confirma, pero tampoco desmiente, la posible presencia de carteles mexicanos en el eje cafetero. Al fin y al cabo, para una región que construye un imaginario alrededor del turismo; de su feraz naturaleza, la biodiversidad, la cultura cafetera y la tradición hospitalaria de sus gentes, un mensaje en ese sentido afectaría los imaginarios colectivos.
Nadie quisiera ver a Mirabel o Bruno Madrigal, personajes de la película Encanto, o a la mascota de los Juegos Nacionales 2023, al lado de las tragedias humanas, la corrupción y el daño al tejido social ocasionados por los negocios asociados con el narcotráfico.
Ojalá sean solo habladurías, pero las verdades hay que reconocerlas y exponerlas al público, para hacerles frente, por dolorosas que sean.
Esta columna se publica en El Opinadero.com.co
- Esta columna de opinión es responsabilidad directa de su autor-
Imagen An isolated black sombrero with a lot of detail – has clipping path